Las cafeterías en Europa: Redes de comunicación
Desde su consumo en los países árabes en el siglo XV, el café asumió el papel de bebida social ingerida en las cafeterías que, antes del surgimiento en Europa, fueron descritos análogos a tabernas. Allá si podía beber, conversar e informarse de las novedades. Así, el café no se popularizó apenas por paladar pero por las prácticas e ideas juntas a su consumo.
En Inglaterra, las cafeterías empezaron a surgir a eso de 1650, justamente como una opción más sobria a las tabernas, y se volvieron lugares de discusión, debates políticos e intrigas.
Mientras, en Europa el café también fue objetivo de críticas, muchas de ellas fomentadas por productores de sus rivales comerciales – como la cerveza y el vino -, grupos conservadores o políticos, que culpaban el consumo de café por maleficios a la salud y a la moral, al frecuentarse a las cafeterías. Hasta mismo su gusto fue criticado algunas veces. Considerándose que a la época el café era preparado de antemano, estoqueado frío en barriles y después calentado, es posible que su gusto realmente no si aproximase a lo que se conoce hoy.
Las críticas no consiguieron contener la expansión de las cafeterías públicas, numerosas en Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y en otros países europeos. Constituían una red de comunicación utilizada por mercadores, políticos, científicos, académicos, filósofos y poetas. En ellas circulaba todo tipo de información, de panfletos de carácter político a precios de mercaderías y repercusiones sobre obras artísticas.
En el siglo XVIII, las cafeterías eran frecuentadas por los pensadores del Iluminismo y fueron hasta mismo centros de fomento revolucionario, donde se discutía y discursaba sobre los conflictos políticos que resultarían en la Revolución Francesa, en 1789. Las propiedades químicas de la bebida y la característica social de la práctica de su consumo hicieron del café la bebida de la razón.
Las cafeterías en Brasil
Es escasa la información que se tiene de los establecimientos que vendían la bebida en los tiempos coloniales. Las pocas fuentes son de almanaques históricos, de relatos de viajantes y, posteriormente de revistas comerciales. Denominados “casas de café”, “tiendas de casas de café” o “casas de café y licores”, eran lugares simples, que ofrecían el café con algún alimento, en general panes. A veces tenían mesa de billar y eran frecuentados principalmente por la mañana por todo tipo de gente.
A eso de 1820 empiezan a aparecer en Rio de Janeiro las primeras cafeterías propiamente dichas, como el Café del Estevam y lo popularmente conocido Braguinha, cuyo nombre oficial era “La fama del café con leche”. Braguinha – nombre atribuido a causa de su dueño, un portugués conocido como Braga – fue muy mencionado por los cronistas de la época, asiduos frecuentadores que hacían su divulgación y registro de la vida urbana. Localizadas en puntos nobles de la ciudad, las cafeterías eran frecuentadas diariamente por médicos, abogados, hombres de letras y de teatro.
En São Paulo, así como la caficultura, las cafeterías aparecieron más tardíamente. Es en la década de 1850 que se tiene noticia de la primera cafetería, el Café de Maria Punga. Instalado en la casa de su dueña, Maria Emília Vieira, era un establecimiento simple, con pocas jícaras y mesas, frecuentado principalmente por estudiantes de la Facultad de Derecho, que se quedaba a su frente.
En 1876 era inaugurado el Café Europeo, el primero de los establecimientos lujosos de la ciudad. Cafeterías simples como la de Maria Punga convivirían con casas más sofisticadas, con balcones de mármol, mesas redondas, sillas de esterilla, dulces y panes hechos de materia prima importada.
En la Belle Époque carioca, período en el que se importaba arte, inclinaciones y hábitos europeos, especialmente de Londres y Paris, empezaron a surgir las pastelerías como la Confitería Colombo. Más requintadas que las tradicionales, no tenían los bohemios como frecuentadores, sino personas de la alta sociedad, incluso mujeres, que eran un público atípico de los cafés.
Tanto en Rio de Janeiro como en São Paulo, las cafeterías y pastelerías se volvieron el centro social de la ciudad, frecuentadas por artistas, escritores, políticos, periodistas y estudiantes. Lugares de charlas, negocios, debates y hasta de movimientos políticos, como la propaganda republicana.
Desde la década de 1930, sin embargo, las cafeterías fueron perdiendo espacio como lugares de socialización, “medio casa de familia, medio gremio, media oficina”, como describió el cronista Luiz Edmundo. Fueron desapareciendo, quedándose anticuadas. El ritmo de vida más acelerado exigía una permanencia más rápida, como en el caso de las cafeterías donde el café es servido en el balcón. Más recién, algunas cafeterías quisieron rescatar esas formas de ocupación de sus espacios, buscando ofrecer una atmósfera literaria y artística, con exposiciones y atracciones musicales.